jueves, 10 de junio de 2010

En Guardia
Jorge Guardia
Economista-Abogado

El polémico incremento salarial que barajan los congresistas, liderado por la jefa de fracción de la bancada oficialista, es un plato delicioso para picar.
Varios diputados de oposición y, al menos, tres de Liberación han cambiado de posición. Piensan que podrían salvar cara y chequera a la vez, si votaran al revés, al asumir (calculadoramente) que la ley los beneficiaría a todos por igual. Su lema es no quiero, no quiero, echámela en el sombrero.
Don Justo Orozco fue el más injusto. Omitió revelar que tiene a su nombre varios lotes y vehículos de gran valor, pero esgrimió, sin rubor, una argumentación plañidera y populista para justificar el copioso aumento. Dijo estar en urgente necesidad de comprar ropita (de marca, supongo) para ir bien mudadito y guapo a la Asamblea. ¡Pobrecito!
En verdad, inspira lástima.
Don Luis Fishman, diputado del PUSC, se adhirió inicialmente a la tesis oficial en un momento de debilidad política y devaneos con su bolsillo. Lo justificó así: “yo no vine a la Asamblea a hacer votos de pobreza'” (ni de castidad, agregaría otro sus congéneres oficialista y “toquetón” de la legislatura anterior). ¿A qué vino entonces? Después se arrepintió. Es muy astuto. En lo que tarda en exhalar un suspiro pensó que mejor lo retiraba para no malograr sus aspiraciones presidenciales. Sabe bien que la remuneración de los servidores públicos es política, no económica. Tiene razón. Doña Laura, no. Yerra al decir que solo vetaría la ley de no encontrar fondos para financiar el aumento. ¿Qué les dirá a los demás servidores en la futura negociación salarial? De fijo, le exigirán nuevos impuestos.
El argumento de tener que pagar requetebién a los diputados para atraer a los mejores, es falaz. No se corresponde con la teoría ni práctica. Quienes ya ganan bien en sus oficios (los ricos) no necesariamente servirían mejor los intereses de la democracia. Hay, en cambio, otros más honestos, capaces y estudiosos, como José María Villalta (el güila de la Asamblea), que llegaron a servir, no a servirse, aunque profesen otras ideologías. El prestigio de ser diputado conlleva un alto valor no remunerado. Muchos lo harían ad honórem; otros, hasta pagarían por una curul (ciertos partidos las venden por generosas contribuciones). ¿Cuál es, entonces, el salario justo? Descartemos, por injusto, el de don Justo, y rescatemos el de mercado como el más apropiado. Ahí se filtran los candidatos con base en la oferta y demanda de trabajadores, y la remuneración es acorde al aporte de cada cual a la sociedad. En la Asamblea no hay inopia ni renunciarán si no les pagamos más. Y, si lo hicieren, no perderíamos mucho.

Artículo publicado en el periódico La Nación, el día 25/05/2010.

1 comentario:

  1. Ante todo me permito felicitar a don Jorge, porque a mi gusto este artículo reúne la mayor cantidad de verdades y las expresa de una manera muy sencilla de comprender, me gusto bastante en realidad.

    Pues aunque actualmente la aprobación de políticas imprevistas y hasta caóticas, se han vuelto del diario vivir para los costarricenses, esta propuesta si decepciono a la gran mayoría de los ciudadanos de Costa Rica, no solo por el exagerado aumento salarial que solicitaban sino por la desconsideración con la población que sobrevive con salarios mínimos e inclusive por efectos de la crisis mundial, muchos aun se encuentran desempleados.

    Con esta actitud generalizada de la Asamblea, lo único que ganaron nuestros diputados fue aparte del descontento de la población, la evidencia de que están ahí por interés propio y no por como políticamente dicen por el bienestar común y social de los y las costarricenses.

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